Antropología forense

La antropología forense es una rama especializada de la antropología física que se aplica especialmente a los asuntos médico-legales. Cuando se trata de un conjunto de restos humanos, uno de los principales datos que hay que determinar es la identidad del individuo y la forma en que pudo morir, lo cual, como es lógico, no es sencillo si lo único que queda de un cuerpo es el esqueleto.

A través del estudio de los huesos, se puede averiguar toda una serie de información sobre los restos, como la edad, el sexo, el origen étnico, la causa de la muerte e incluso indicaciones sobre el estilo de vida, como el lugar en el que la persona pudo haber vivido. El esqueleto humano adulto consta de unos 206 huesos individuales, y hay aún más en el esqueleto de un niño, cuyos huesos aún no han sufrido ciertos procesos de fusión, y muchos de estos huesos pueden resultar útiles para el antropólogo.

Los huesos se desarrollan a partir de unas células denominadas osteoblastos, que comienzan como un cartílago blando antes de que el hueso se endurezca mediante la introducción de diversos minerales, proceso conocido como osificación. Los huesos pueden dividirse en varias clases: cortos, largos, planos, sesamoideos e irregulares (Gunn, A, 2009). Los huesos cortos, como los del carpo en la muñeca, suelen ser tan anchos como largos. Los huesos largos son, como su nombre indica, más largos y también tienden a ser ligeramente curvados, por ejemplo el fémur. Los huesos planos, como las costillas y el esternón, podrían describirse como bastante planos y en forma de placa. Los huesos sesamoideos se refieren a pequeños huesos incrustados en un tendón, que suelen encontrarse en las articulaciones, como en las rodillas y las muñecas. Por último, los huesos irregulares se refieren a una determinada clase de huesos que no pertenecen a las otras categorías, como los huesos que componen la columna vertebral.

Determinación de la especie

En un principio, es esencial establecer si los huesos recuperados son de origen humano o animal. Mientras que la respuesta a la pregunta puede ser obvia cuando se trata de un conjunto completo de restos esqueletizados, se necesita mucha más pericia cuando sólo se encuentran unos pocos huesos o incluso uno solo. La forma, el tamaño y la estructura generales de los huesos pueden ser suficientes para determinar la especie probable, y también se han establecido métodos para distinguir entre restos humanos y no humanos basándose en las diferencias microscópicas de la estructura ósea (Urbanova, P et al, 2005). Si los huesos son relativamente recientes, pueden contener las proteínas necesarias para realizar pruebas serológicas que permitan establecer la especie.

Sexo

Establecer el sexo de los restos humanos esqueletizados no suele ser demasiado difícil, ya que hay una serie de diferencias morfológicas entre los esqueletos de hombres y mujeres. Si los restos no han alcanzado las últimas fases de descomposición, algunos indicadores de sexo pueden estar todavía presentes en los tejidos más blandos. Por ejemplo, la glándula prostática en los hombres y el útero en las mujeres no se descomponen hasta más tarde que otros tejidos blandos. Si lo único que queda son los huesos, quizá el indicador más significativo del sexo sea la pelvis. En la mujer, la pelvis presenta un arco subpúbico en forma de U, a diferencia de la forma de V que tiene la pelvis masculina. Como era de esperar, la pelvis de la mujer es también generalmente más espaciosa para permitir la crianza de los hijos, con un ángulo subpúbico y una muesca ciática más amplios. Además, el examen de la pelvis de la hembra puede incluso indicar si ha dado a luz o no, lo que ofrece un detalle más para su identificación. El examen del cráneo también permite determinar el sexo probable de los restos, ya que el cráneo de un varón tiende a mostrar una mandíbula más grande, cuadrada y pronunciada, una cresta supraorbital más prominente (ceja) y unas cuencas oculares más rectangulares (órbitas). Aunque no es un medio infalible para determinar el sexo, el tamaño general de los huesos puede proporcionar alguna indicación sobre si los restos pertenecen a un hombre o a una mujer. Como los músculos de los machos suelen ser más grandes y estar mejor desarrollados, los huesos suelen ser más grandes y, en cierto modo, más robustos que los de las hembras. Sin embargo, hay que tener en cuenta que establecer el sexo basándose en el esqueleto humano suele ser un reto cuando se trata de restos de niños prepúberes, ya que ciertos indicadores, como el ensanchamiento de las caderas en una mujer, pueden no haberse producido hasta la pubertad. Además, el sexo natural de un individuo puede no coincidir con su sexo (por ejemplo, una persona designada como mujer al nacer puede vivir como hombre), lo que dificulta el proceso de identificación.

Etnia

La determinación de la etnia de un individuo se realiza generalmente mediante el estudio del cráneo, que se suele clasificar como perteneciente a un caucásico (o caucásico), negroide o mongoloide. El cráneo suele ser largo, estrecho y alto en los caucásicos, similar en los negroides pero más bajo, y más redondeado en los individuos de ascendencia mongoloide. El tamaño de la abertura nasal puede utilizarse como indicador de la etnia, siendo la cavidad nasal de un caucásico más estrecha y alta en comparación con la abertura más amplia de un individuo de origen negroide, y los monogloides se sitúan en un punto intermedio. Las órbitas oculares también pueden dar pistas sobre la posible etnia, ya que los individuos de ascendencia caucásica tienden a tener órbitas inclinadas, a diferencia de los negroides, que generalmente poseen órbitas oculares más rectangulares, y de las personas de ascendencia mongoloide, con órbitas más redondas. La apófisis mastoides, que se refiere a una parte concreta del cráneo justo detrás de la oreja, tiende a aparecer como una proyección más ancha en los negroides, mientras que ésta suele ser más puntiaguda y estrecha en los individuos caucásicos. Los dientes también pueden resultar beneficiosos en cierta medida, ya que los individuos de etnia mongoloide tienden a tener incisivos superiores que podrían describirse como «en forma de pala» con una superficie interna curvada, en contraposición a la superficie más plana que se encuentra en los dientes de los negroides y caucásicos. Una observación adicional relacionada con los dientes es que los caucásicos tienden a tener dientes más pequeños y más apiñados, lo que suele dar lugar a terceros molares impactantes que deben ser extraídos. Sin embargo, la determinación de la etnia no es sencilla, ya que la «hibridación racial» es un problema para establecer la etnia de un individuo desconocido. Esto es el resultado de la reproducción entre diferentes grupos raciales, lo que hace que los individuos posean rasgos típicos de dos o más grupos raciales.

Edad

Una vez que un cuerpo se ha descompuesto hasta tal punto que sólo quedan los huesos, la estimación de la edad puede no ser tan evidente como si hubiera tejidos blandos. Afortunadamente, hay muchos indicadores en el esqueleto que pueden utilizarse para establecer la edad probable de la víctima en el momento de la muerte. Como se ha mencionado anteriormente, el esqueleto de un individuo joven está compuesto por una cantidad significativamente mayor que los 206 huesos que se encuentran en un adulto. Esto se debe a que, a medida que el esqueleto humano se desarrolla, se produce un proceso conocido como osificación en determinadas zonas, que consiste esencialmente en la fusión de huesos. La aparición de ciertos centros de osificación puede estimar la edad de un individuo joven, aunque esto resulta cada vez menos beneficioso a medida que el individuo envejece. En el cráneo humano hay una serie de líneas en zigzag conocidas como suturas que separan las placas del cráneo. Con el paso del tiempo, estas suturas se endurecen y se vuelven menos nítidas. La fusión epifisaria de los huesos (la fusión del eje de un hueso con el extremo del mismo) puede actuar igualmente como indicador de la edad. Además, el estudio de la erupción de los dientes también puede ser un indicador útil de la edad de un individuo, aunque a partir de los veinte años aproximadamente no es necesariamente valioso. Una vez que un individuo ha llegado a un punto concreto de la edad adulta, generalmente en torno a la mitad de los 20 años, determinar la edad con precisión se vuelve difícil, porque la erupción de los dientes ha alcanzado generalmente una fase de finalización, al igual que la fusión de los huesos. Dependiendo de la edad del individuo, puede haber algunos signos de afecciones relacionadas con la edad, como la osteoporosis o la artritis, aunque una vez más hay que tener en cuenta las imprecisiones, ya que no todas las personas mayores desarrollarán estas afecciones y, además, algunas personas más jóvenes pueden ser susceptibles de padecerlas.

Edad de los restos

Establecer la edad de un conjunto de restos, es decir, cuánto tiempo hace que murió el individuo, suele ser una tarea difícil. En el caso de los restos más recientes, es posible que todavía haya algunos tejidos presentes en el cuerpo que ayuden a determinar la edad del mismo. Ciertos tejidos blandos y ligamentos pueden durar hasta 5 años, por lo que la presencia de éstos puede al menos reducir el tiempo transcurrido desde la muerte a los últimos años.

Normalmente, el análisis de isótopos puede resultar especialmente beneficioso para establecer la edad probable de los restos. Los isótopos son átomos del mismo elemento y con las mismas propiedades químicas, pero que difieren en el número de neutrones dentro del núcleo (y por tanto tienen una masa atómica ligeramente diferente). Entre los elementos más comunes que se estudian en el análisis isotópico están el carbono, el nitrógeno, el oxígeno, el estroncio y el hidrógeno. Esta rama de estudio, que puede centrarse en los isótopos inestables o estables, se basa en el principio de que muchos elementos del cuerpo existen como varios isótopos, muchos de los cuales se introducen en el cuerpo al comer, por ejemplo. En los casos de datación de restos humanos esqueletizados, se suelen analizar isotópicamente los huesos y los dientes, aunque, si están presentes, también se pueden utilizar el pelo y las uñas.

El análisis isotópico de los isótopos estables, como el carbono-14, es beneficioso para estimar el tiempo transcurrido desde la muerte. Mientras un organismo está vivo, toma constantemente carbono, por ejemplo a través de la ingestión de otros organismos que contienen el isótopo. Sin embargo, al morir, deja de adquirir nuevo 14C y, por tanto, los niveles de 14C comienzan a disminuir. Por tanto, es posible establecer un periodo de tiempo probable desde la muerte midiendo las cantidades de 14C presentes en los restos. A pesar de las ventajas de esta técnica, no es tan precisa como sería ideal, y establecer el tiempo transcurrido desde la muerte utilizando el análisis isotópico sólo puede permitir una estimación. Además, la datación por 14C sólo es ideal para los restos más antiguos (de más de 100 años), ya que la técnica no es precisa para los restos más jóvenes. Debido a este hecho, el estudio del isótopo 14C no es necesariamente del mayor beneficio para la ciencia forense como pueden serlo otros isótopos.

Por ejemplo, el análisis del isótopo del plomo-210 (210Pb) es quizás más útil para los científicos forenses debido a su vida media más corta de 22,3 años. Al igual que ocurre con el isótopo 14C, el 210Pb es absorbido por el cuerpo a través de la ingestión de alimentos y, al morir y, por tanto, dejar de ingerir alimentos, el isótopo comenzará a decaer. Midiendo la cantidad de este isótopo en un conjunto de restos en comparación con los niveles del isótopo observados en el cuerpo de una persona viva, es posible determinar el tiempo probable transcurrido desde la muerte. Asimismo, se está investigando el análisis de un isótopo del polonio (210Po), que tiene una vida media significativamente más corta, de sólo 138 días, y que, por tanto, tiene el potencial de determinar el tiempo transcurrido desde la muerte con mayor precisión.

Sin embargo, hay que tener en cuenta que la exposición a determinadas condiciones puede afectar a los isótopos presentes en una muestra y a las proporciones de dichos isótopos. Además, los isótopos son omnipresentes en el medio ambiente, por lo que es perfectamente posible que los isótopos detectados en una muestra sean en realidad el resultado de una contaminación.

Estilo de vida

Como se ha comentado anteriormente, el estudio de los isótopos que componen un conjunto de restos puede utilizarse para proporcionar diversas formas de información, como la edad probable de los restos. Otro uso especialmente beneficioso del análisis isotópico es determinar el posible origen geográfico de los restos (conocido como procedencia) mediante el estudio de los isótopos estables, a menudo mediante el uso de la espectrometría de masas de relación isotópica estable (SIRMS). El estudio de diversos elementos, como el hidrógeno, el carbono, el oxígeno, el nitrógeno y el estroncio, puede servir, en teoría, para rastrear a un individuo a través de diversos lugares a lo largo de su vida.

Se sabe que las distintas ubicaciones geográficas tienen proporciones isotópicas diferentes, a menudo distintas. La variación de las proporciones isotópicas en las distintas zonas se debe a un proceso conocido como fraccionamiento isotópico, en el que ciertos isótopos se enriquecen con respecto a otros. Los elementos estudiados en este caso existen en diferentes formas isotópicas; por ejemplo, el estroncio existe en cuatro isótopos estables: 84Sr, 86Sr, 87Sr y 88Sr. Dado que sus proporciones varían entre las diferentes ubicaciones geográficas, por lo que las personas y los animales ingieren alimentos y agua de esas ubicaciones, la proporción de isótopos medida en una muestra puede actuar como una especie de «huella dactilar», indicando la ubicación probable en la que una persona ha vivido. Además, como los isótopos se introducen en el cuerpo en diferentes momentos de la vida de un individuo, las proporciones de isótopos también pueden inferir ciertos cambios en la ubicación de una persona a lo largo de su vida.

Estatura

Para estimar la estatura de un individuo a partir del esqueleto completo, se pueden realizar mediciones directas y, por tanto, la determinación de la estatura suele ser relativamente sencilla, siempre que se tenga en cuenta la presencia de tejidos anteriores a la descomposición. Cuando se trata de un esqueleto incompleto o sólo de algunos huesos individuales, la estimación de la altura de un individuo todavía puede ser posible. Midiendo la longitud de los huesos largos, idealmente el fémur, el peroné y la tibia de la pierna, es posible estimar la altura basándose en tablas de estatura. Estas tablas tienen en cuenta la raza, el sexo y la edad del individuo junto con la medición del hueso largo. La determinación de la estatura de un individuo basada en un esqueleto o en los huesos será siempre sólo una estimación, ya que no siempre es posible tener en cuenta con precisión los cambios que los tejidos blandos habrían tenido en la estatura del individuo en vida.

Lesiones y causa de la muerte

Mediante la radiografía de los restos óseos puede obtenerse información que permita establecer la causa de la muerte e incluso identificar al individuo. Puede haber indicios de lesiones obtenidas en etapas anteriores de la vida que hayan dejado marcas perceptibles en los huesos, por ejemplo, fracturas y roturas o incluso la presencia de huesos artificiales. Además, puede haber pruebas de enfermedades óseas como la osteoporosis. El estudio de los dientes de los restos puede proporcionar pistas importantes, sobre todo si el individuo tenía algún rasgo dental distintivo o se había realizado algún trabajo dental, como empastes. Toda esta información puede compararse con los historiales médicos de individuos conocidos para ayudar a confirmar o cuestionar la identidad de los restos esqueletizados. Los registros dentales, en particular, suelen ser útiles para identificar a una persona que no puede ser identificada por ningún otro medio, siempre que se haya sometido a un trabajo dental y tenga algún registro dental guardado en algún lugar.

ADN

Como es lógico, los huesos contienen muy poco ADN nuclear, por lo que los métodos típicos de elaboración de perfiles de ADN no son posibles. Sin embargo, el hueso contiene ADN mitocondrial, que suele persistir durante más tiempo que el ADN nuclear. El ADN mitocondrial se hereda únicamente de la línea de sangre materna, por lo que no contiene ninguna información genética del padre del individuo. Si el ADN mitocondrial puede ser extraído y analizado con éxito, puede ser posible compararlo con parientes maternos vivos para ayudar a la identificación.

Reconstrucción facial

Siempre que el cráneo esté en un estado razonable, puede ser posible reconstruir la cara de un individuo basándose en el cráneo mediante varios métodos disponibles para ayudar a la investigación de un individuo. El proceso de foto-superposición es bastante rudimentario. Se toma una fotografía del cráneo y se superpone una fotografía de un individuo en vida para determinar si los rasgos del individuo coinciden con los del cráneo. Esta técnica no siempre es ideal, ya que hay que modificar el tamaño de la fotografía del individuo para que coincida con el del cráneo, lo que no siempre es posible con precisión. La reconstrucción facial, un poco más compleja, consiste esencialmente en reconstruir los rasgos faciales probables de un individuo utilizando un molde del cráneo como base. La técnica suele utilizar marcadores faciales colocados en lugares específicos del cráneo y arcilla para modelar, que se aplica de forma intrincada a la superficie del cráneo hasta la profundidad necesaria para simular el tejido facial, alisado y coloreado para que se parezca a la piel. A continuación se construyen otros elementos como la nariz, las orejas y los labios. A continuación, se pueden añadir elementos adicionales, como pelo y ojos protésicos, para intentar reconstruir los rasgos faciales del individuo. Por supuesto, cuando se trata de una víctima no identificada, hay que hacer ciertas presunciones, como el color del pelo y los ojos de la persona o la presencia de vello facial. Incluso la profundidad de los tejidos en la cara de un individuo sólo puede estimarse hasta cierto punto, ya que la estructura ósea subyacente no lo indicará. La técnica de reconstrucción facial también puede llevarse a cabo mediante sofisticados programas informáticos, si se dispone de ellos. Una vez completada cualquier forma de reconstrucción facial, la imagen producida puede distribuirse según sea necesario para ayudar a la identificación.

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