La historia de Robert Hansen: el carnicero

En los anales de la historia criminal estadounidense, pocas historias llegan tan hondo en el corazón de la naturaleza salvaje y la depravación humana como la de Robert Hansen. Conocido como el «Carnicero Baker», Hansen transformó la frontera de Alaska, a menudo idealizada por su belleza prístina y su ruda independencia, en un paisaje de pesadilla donde ejecutó una serie de crímenes atroces que perseguirían al estado y a la nación.

Su infancia y juventud

Robert Christian Hansen nació el 15 de febrero de 1939 en Estherville, Iowa, en un hogar que personificaba el espíritu estricto y centrado en el trabajo de la América del Medio Oeste. Su padre, un inmigrante danés, era propietario de una panadería e impuso a Robert y al resto de la familia un estilo de vida austero y profundamente arraigado en el trabajo duro y la disciplina. Este entorno, aunque estable, era emocionalmente estéril, ofreciendo poco calor o apoyo emocional.

Desde muy pequeño, Hansen tuvo que enfrentarse a un sinfín de retos que le diferenciaban de sus compañeros. Sufría un acné grave que le dejaba cicatrices permanentes en la cara, una afección que se convirtió en una fuente de inseguridad profundamente arraigada y de ostracismo social. Estas condiciones físicas, unidas a su tartamudez, convirtieron a Hansen en el blanco de un acoso escolar implacable. Nunca se insistirá lo suficiente en el coste psicológico de estas experiencias, que fomentaron en Hansen un resentimiento latente hacia los que le rodeaban y un sentimiento de aislamiento de la comunidad en general.

La relación de Hansen con su padre era compleja y llena de tensiones. Descrito como dominante e inflexible, las expectativas y la disciplina de su padre eran exigentes. Esta educación rígida, carente de apoyo emocional, probablemente contribuyó a que Hansen interiorizara la ira y la frustración. Los intentos de Hansen de ganarse la aprobación de su padre mediante el trabajo duro en la panadería o los logros académicos eran a menudo recibidos con críticas, lo que afianzaba aún más sus sentimientos de inadecuación y alienación.

La caza se convirtió en un consuelo para Hansen, un ámbito en el que ejercía control y demostraba competencia. Las vastas extensiones del campo de Iowa le ofrecían un escape del escrutinio y el juicio de la sociedad. En la naturaleza, Hansen encontró una sensación de poder y autonomía que le era esquiva en sus interacciones sociales. Esta temprana inclinación hacia la caza, en principio una salida saludable para el ocio y el desarrollo de habilidades, adquiriría más tarde un significado oscuro y perverso en su vida.

Primera juventud y traslado a Alaska

Tras graduarse en el instituto, Hansen se alistó brevemente en la reserva del ejército, con la esperanza de hacerse un hueco más allá de los confines de la panadería de su padre y de la dinámica pueblerina de Estherville. Sin embargo, su servicio militar no sirvió para aliviar sus profundos problemas. En 1960, a los 21 años, Hansen cometió su primer acto delictivo conocido: un incendio provocado. Incendió el garaje de un autobús escolar en el condado de Pocahontas, un acto de venganza contra la comunidad que sentía que le había rechazado. Este incidente le valió el diagnóstico de «personalidad infantil» durante su encarcelamiento, lo que puso de relieve el temprano reconocimiento de sus problemas psicológicos.

El traslado de Hansen a Alaska en 1967 fue emblemático de su deseo de empezar de nuevo. Alaska, con su paisaje agreste y su promesa de anonimato, parecía el refugio perfecto para alguien que buscaba escapar de su pasado. Aquí, Hansen esperaba redefinirse, lejos del escrutinio de quienes le conocían en Iowa. Se sumergió en la naturaleza salvaje de Alaska, perfeccionando sus habilidades de caza y construyendo una nueva vida. Fue en este entorno, donde los límites entre el hombre y la naturaleza se difuminan, donde los impulsos más oscuros de Hansen encontraron terreno fértil.

Sus innumerables crímenes

Profundizar en los crímenes de Robert Hansen implica examinar la naturaleza de sus delitos, la metodología que utilizaba para seleccionar a sus víctimas, la meticulosa planificación que llevaba a cabo en cada secuestro y la posterior ejecución de sus cacerías. Las actividades delictivas de Hansen se extendieron desde principios de la década de 1970 hasta su detención en 1983, durante la cual cometió una serie de crímenes brutales que conmocionaron tanto a la comunidad como a las fuerzas del orden.

Naturaleza y alcance de los delitos

Los crímenes de Robert Hansen se caracterizaban por una escalofriante mezcla de depredación y sadismo, con el telón de fondo de la vasta naturaleza salvaje de Alaska. Su objetivo específico eran las mujeres marginadas por la sociedad: trabajadoras del sexo, bailarinas y, ocasionalmente, mujeres que encontraba en la vida cotidiana y a las que creía que no echaría de menos de inmediato. Este proceso de selección formaba parte de una estrategia calculada para minimizar el riesgo de detección precoz y explotar la vulnerabilidad de sus víctimas.

Secuestro y falsos pretextos

Hansen solía acercarse a sus víctimas con el pretexto de ofrecerles dinero para sesiones fotográficas o para su empresa, aprovechándose de sus necesidades económicas y de su posición social. Una vez que se había ganado su confianza, las secuestraba, utilizando la coacción o la violencia para controlarlas. Estas interacciones iniciales ponen de manifiesto la destreza manipuladora de Hansen y su capacidad para disimular su naturaleza depredadora.

Las terroríficas cacerías

Quizá el aspecto más espeluznante de los crímenes de Hansen era su práctica de liberar a sus víctimas en la naturaleza, para luego cazarlas con un rifle o un arco. Este juego perverso era una manifestación de su máximo control y dominio sobre sus víctimas, reduciéndolas a meros objetos deportivos. La naturaleza le servía de escenario vasto y aislado donde Hansen creía que podía llevar a cabo sus fantasías sin interferencias ni ser descubierto.

Desafíos para el descubrimiento y la investigación

Los cadáveres de las víctimas de Hansen no solían descubrirse hasta mucho más tarde, debido a la lejanía de los lugares en los que eran abandonados. Este retraso dificultó considerablemente la investigación, ya que las pruebas quedaron expuestas a la intemperie y los recuerdos de los posibles testigos se desvanecieron. El vasto paisaje de Alaska, a pesar de ser una parte bella e integral de la identidad del estado, planteaba un reto formidable a los agentes de la ley que seguían la pista de un asesino que estaba íntimamente familiarizado con su terreno.

Planificación y ejecución meticulosas

Hansen llevaba a cabo sus crímenes de forma metódica y planificada con precisión. Mantenía mapas detallados en los que marcaba la ubicación de los cuerpos de sus víctimas, un sombrío catálogo de sus atrocidades. Su familiaridad con la zona, combinada con sus habilidades para la caza y el rastreo, le convertían en un adversario formidable para las fuerzas del orden.

La doble naturaleza de la vida de Hansen, como respetado empresario y padre de familia en la comunidad y brutal asesino en serie en la sombra, complicó aún más la investigación. Aprovechó su imagen pública para desviar las sospechas y continuó con sus actividades delictivas sin ser detectado durante años.

Impacto en las víctimas y la sociedad

La revelación de los crímenes de Hansen sacó a la luz no sólo la brutalidad de sus actos, sino también los problemas sociales que permitieron que sus víctimas pasaran desapercibidas durante tanto tiempo. El impacto en las víctimas y sus familias fue devastador, dejando una cicatriz duradera en la comunidad. También suscitó un debate más amplio sobre el trato que reciben los profesionales del sexo y otras personas marginadas, tanto en la sociedad como por parte de las fuerzas del orden.

Robert Hansen confesó los asesinatos de 17 mujeres, pero sólo una parte de estas víctimas fueron identificadas de forma concluyente. He aquí una lista de algunas de las víctimas cuyas identidades fueron confirmadas:

  • Sherry Morrow – Su cuerpo fue encontrado en 1984 cerca del río Knik. Tenía 23 años y se había denunciado su desaparición en 1982.
  • Joanna Messina – Su cuerpo fue descubierto en una tumba cerca de Seward en 1980. Era una bailarina en topless de Anchorage.
  • «Eklutna Annie» – Restos encontrados cerca de Eklutna Road en 1980; sigue sin ser identificada pero fue una de las primeras víctimas de Hansen.
  • Paula Goulding – Bailarina de Anchorage, desaparecida en 1983. Su cuerpo también fue encontrado cerca del río Knik.
  • Malai Larsen – Encontrada cerca del río Knik.
  • Sue Luna – Desapareció en 1982 y su cuerpo fue encontrado más tarde junto al río Knik.
  • Tammy Pederson – También víctima de Hansen, sus restos fueron identificados.
  • Angela Feddern – Su cuerpo fue encontrado cerca del río Knik en 1984.
  • Teresa Watson – Otra de las víctimas de Hansen, identificada gracias a su confesión y a la investigación posterior.
  • DeLynn «Sugar» Frey – Sus restos también se encontraron gracias a la confesión de Hansen.
  • Lisa Futrell – Identificada entre las víctimas después de que Hansen condujera a los investigadores hasta su cadáver.

Hansen también indicó otros lugares donde decía haber dejado cadáveres, pero no todos fueron encontrados y algunas víctimas siguen sin ser identificadas. La trágica naturaleza de estos crímenes y el desconocimiento de la identidad de algunas víctimas ponen de relieve la profundidad de la depravación de Hansen y el impacto duradero en las familias y la comunidad. El caso de Hansen dio lugar a cambios significativos en la forma en que se tratan los casos de personas desaparecidas, especialmente en lo que respecta a grupos marginados como los profesionales del sexo, para garantizar que reciben la atención y los esfuerzos de investigación que legítimamente merecen.

La investigación y el fin de la pesadilla de Hansen

La investigación de los crímenes de Robert Hansen fue un proceso largo, caracterizado por frustraciones iniciales y callejones sin salida. A menudo no se denunciaba inmediatamente la desaparición de las víctimas de Hansen, principalmente trabajadoras del sexo y strippers, lo que complicaba los esfuerzos por reconocer un patrón en las desapariciones.

Un gran avance y el papel del testimonio de los supervivientes

Se produjo un avance significativo cuando una de las víctimas previstas de Hansen consiguió escapar. Cindy Paulson, de 17 años, fue secuestrada por Hansen, pero escapó y proporcionó información detallada a la policía sobre su terrible experiencia, incluidas descripciones de Hansen, su coche y el interior de la casa donde estuvo retenida. El testimonio de Paulson fue crucial, sin embargo, Hansen mantuvo su inocencia, aprovechando su reputación de respetable empresario y padre de familia. El escepticismo inicial de algunos miembros de las fuerzas del orden, dada la condición de trabajadora sexual de Paulson, puso de manifiesto los prejuicios sociales que complicaron la investigación.

Pruebas forenses

La investigación cobró impulso con la participación del FBI, incluida la ayuda del agente especial John Douglas, uno de los pioneros de la elaboración de perfiles criminales. El perfil que Douglas hizo del sospechoso coincidía estrechamente con los antecedentes y el comportamiento de Hansen, lo que reforzó las sospechas contra él. Además, los avances de la ciencia forense desempeñaron un papel crucial. Las pruebas de balística relacionaron los casquillos encontrados cerca de los cadáveres con armas propiedad de Hansen. Además, los objetos encontrados enterrados en el patio trasero de Hansen y un mapa con marcas correspondientes a las ubicaciones de los cadáveres de las víctimas conocidas fueron decisivos para determinar su culpabilidad.

La detención

Hansen fue detenido en octubre de 1983, marcando el final de una compleja persecución. Las pruebas en su contra eran abrumadoras, y los cargos que se le imputaban incluían agresión, secuestro y asesinato múltiple. La doble vida de Hansen como panadero y padre de familia por un lado y brutal depredador por otro conmocionó a la comunidad y al país.

El juicio de Hansen fue un proceso judicial histórico en Alaska. Frente a pruebas insuperables, el equipo de defensa de Hansen negoció un acuerdo para evitar la pena de muerte, que no estaba en vigor en Alaska pero que podría haberse solicitado en virtud de cargos federales debido a la naturaleza de los delitos.
En un movimiento controvertido pero estratégico, Hansen aceptó declararse culpable de cuatro cargos de asesinato (Sherry Morrow, Joanna Messina, «Eklutna Annie» y Paula Goulding) a cambio de una reducción de la pena y la garantía de que cumpliría su condena en una prisión federal, en lugar de en una prisión estatal de máxima seguridad. Este acuerdo también implicaba que Hansen revelara la ubicación de los cadáveres de sus víctimas, muchos de los cuales eran desconocidos para los investigadores. Este acuerdo fue recibido con reacciones encontradas por parte del público y de las familias de las víctimas: algunos lo consideraron un mal necesario para descubrir el alcance de los crímenes de Hansen, mientras que otros lo consideraron demasiado indulgente.

Hansen fue condenado a 461 años más cadena perpetua sin posibilidad de libertad condicional, lo que refleja la gravedad y brutalidad de sus crímenes. La sentencia también sirvió como declaración del sistema judicial sobre el valor de las vidas que había segado y el terror que había infligido a la comunidad.

Conclusiones

La investigación y el posterior proceso judicial en el caso de Robert Hansen representan un momento crucial en la aplicación de la ley y en el sistema de justicia penal. Puso de relieve la importancia de tratar a todas las víctimas con dignidad, el valor de la ciencia forense para resolver los delitos y la necesidad de vigilancia en las comunidades. El caso de Hansen es un sombrío recordatorio de la capacidad para el mal que puede acechar bajo la superficie de la normalidad y del implacable esfuerzo necesario para llevar a esos individuos ante la justicia.