En el siglo XXI, es importante que la actuación policial evolucione más allá de las medidas reactivas para combatir la delincuencia y mantener el orden público. En lugar de centrarse únicamente en responder a los delitos denunciados, es necesario pasar a evaluar y gestionar la amenaza potencial de la delincuencia. Cabe señalar que la tensión en las estructuras policiales surge de su orientación histórica como instrumentos reactivos antes de que se cometa un delito. La globalización, los conflictos asimétricos y las limitaciones éticas plantean retos a los sistemas de seguridad tradicionales, impidiendo su capacidad para responder a la delincuencia organizada.
Las limitaciones burocráticas y los marcos anticuados han obstaculizado los esfuerzos por combatir la delincuencia organizada. Para hacer frente a esto, puede ser necesario cambiar hacia la especialización y la diversificación. La especialización podría requerir respuestas innovadoras, transversales e integradas. Aunque las medidas reactivas son sin duda importantes, cada vez está más claro que es necesaria una estrategia proactiva que dé prioridad a la prevención de los comportamientos delictivos, en lugar de limitarse a restablecer los derechos tras la comisión de un delito.
En este panorama en evolución, la inteligencia criminal es crucial. Va más allá de la inteligencia policial tradicional al hacer hincapié en un enfoque multidisciplinar del análisis y la interpretación de la información para la protección de los intereses nacionales contra la delincuencia organizada. La inteligencia criminal es un aspecto crucial del análisis de la gobernanza, ya que permite anticipar el impacto de las decisiones sobre los asuntos públicos y ayuda a prevenir el apoyo involuntario a la delincuencia organizada.
Es importante diferenciar la inteligencia criminal de otros conceptos relacionados. Mientras que la inteligencia policial se centra en las áreas de conducta delictiva, la inteligencia criminal está especializada en el tratamiento de la delincuencia organizada. La naturaleza de la delincuencia organizada plantea un desafío a la separación tradicional de las responsabilidades de seguridad interior y exterior.
La inteligencia criminal es una fuerza preventiva que analiza constantemente a individuos, actividades u organizaciones que puedan suponer amenazas futuras. Su carácter preventivo la distingue de la investigación criminal, que reacciona ante actos delictivos concretos. Aunque la inteligencia criminal puede contribuir a las operaciones policiales, su objetivo último es anticipar y neutralizar las amenazas.
La distinción entre inteligencia criminal, investigación policial y análisis criminal puede resultar confusa debido a la naturaleza solapada de sus actividades. Cabe señalar que el ciclo tradicional de inteligencia puede no captar plenamente la complejidad de la delincuencia organizada. Un enfoque alternativo es el análisis de inteligencia que se centra en el objetivo, promueve la colaboración y mejora el producto de inteligencia. Este modelo permite una comprensión más interactiva de cuestiones complejas como la delincuencia organizada.
En resumen, es necesario pasar a una estrategia policial proactiva que dé prioridad a la prevención de las conductas delictivas. Para lograrlo, la inteligencia criminal desempeña un papel crucial a la hora de proporcionar un enfoque multidisciplinar para anticipar y neutralizar las amenazas que plantea la delincuencia organizada. Dada la naturaleza cambiante de la delincuencia, es importante desarrollar respuestas innovadoras y adoptar un enfoque más interactivo del análisis de inteligencia.